Emplear bien el tiempo
Para ello, lo primero, es tener muy claro cuáles son nuestros objetivos y, en función de ellos, determinar el tiempo empleado para cumplir esas metas. Si se quiere progresar de verdad en el golf hay que tener muy claro que hay que practicar y practicar. Sin constancia, mejorar no es posible. Hay que invertir unas horas significativas en entrenar porque los beneficios físicos (se está realizando una actividad saludable) y psíquicos (capacidad de control y de superación) son indudables.
Salir al campo es la culminación de todo lo aprendido durante los entrenamientos. Hay que tener una actitud positiva: las cosas hay que hacerlas bien porque, de lo contrario, ¿de qué sirve emplear tanto tiempo si no se tiene intención de progresar? El tiempo se emplea, pero no se puede recuperar, por lo que hay que aprovecharlo siempre al máximo. Jugar con golfistas de mayor nivel también ayuda a mejorar. No en vano, el hombre siempre tiende a imitar comportamientos y actitudes, y si el espejo es positivo, mejor que mejor.
Valorar las oportunidades
No hay que descartar, ya en el salón de nuestra casa, escribir en un papel, en dos columnas, cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles –por lo menos tres o cuatro de cada categoría– con objeto de enlazarlos para intentar mitigar, con los fuertes, los débiles. Por ejemplo, si fallo pegando las maderas pero al tiempo soy disciplinado a la hora de entrenar, la posible solución sea dedicar más tiempo a esa parcela concreta.
También hay que valorar las oportunidades de que se dispone –si, por ejemplo, tenemos la opción de probar nuevas maderas, podría solucionarse el problema anterior mediante este camino– y cuáles son aquellas cuestiones externas que entorpecen la progresión (dedicar excesivo tiempo a la televisión o los videojuegos, por ejemplo). En definitiva, conocerse a sí mismo para mejorar.