En las afueras de Madrid
Hubieron de pasar 13 años antes de que se concretase esa realidad. El golf, a principios del siglo XX, era una actividad incipiente apenas practicada por unos pocos ‘locos’. La dificultad para encontrar terrenos –ya entonces, como ahora, tenían que lidiar con esos problemas– y su elevado coste retrasaba la ejecución de cualquier proyecto. Uno, sin embargo, llegó pronto a buen puerto, favoreciendo el que otros se llevasen a cabo con mayor celeridad.
Se trataba, en las entonces casi afueras de la capital de España, del ‘Madrid Polo Golf Club’, una denominación mixta para reflejar mejor el carácter de unas instalaciones que, fundadas en 1904, se ubicaban en el hipódromo de la Castellana, más concretamente en la zona denominada ‘Cuarenta Fanegas’.
No obstante, aquel Club de Polo y Golf duró poco en aquel lugar, y es que apenas 10 años más tarde, en 1914, se trasladó a las inmediaciones de la ‘Puerta de Hierro’, en una de las salidas de la ciudad, gracias a la donación de unos terrenos por parte de S. M. El Rey Don Alfonso XIII y la intervención directa de El Duque de Alba, aficionado a este deporte. El cambio de domicilio generó igualmente un cambio en su denominación, pasando a llamarse desde entonces como ‘Real Club de la Puerta de Hierro’, donde muy pronto comenzaron a disputarse los primeros campeonatos oficiales de que se tienen constancia en nuestro país
El Conde de Cuevas, en 1915, y el Conde de Cimera, en 1916, ambos de Puerta de Hierro, inscribieron su nombre en el palmarés más extenso de cuantas competiciones se celebran en España. No en vano, la Copa Nacional Puerta de Hierro, que así se denominaba ese torneo, se ha disputado desde entonces de forma ininterrumpida con la única salvedad del conflicto civil que asoló a nuestro país entre 1936 y 1939, convirtiéndose con ello en un auténtico Campeonato de España de Aficionados hasta que, justo en 1940, tras la guerra, ésta última competición adquiriera carácter oficial, propio e independiente de la Copa Nacional Puerta de Hierro, que sin embargo mantiene intacta su importancia y que premia al club al que pertenece el jugador ganador con la organización de la edición siguiente.
El dominio de los jugadores de Puerta de Hierro fue sin embargo exiguo. Una serie de golfistas vascos procedentes de Neguri irrumpieron con inusitada fuerza en el panorama nacional, primero con Luis Olabarri y Tomás Olabarri a la cabeza y, un poco más tarde, con la saga de los Arana (Luis, Javier, Luis Ignacio) acaparando un año sí y otro también todos los títulos en la citada Copa Nacional Puerta de Hierro hasta finales de la década de los 40.
Todo un emporio
La Real Sociedad de Golf de Neguri era todo un emporio. Había nacido en 1911, apenas unos meses después que el Club de Golf de San Sebastián, en unos terrenos situados en la jurisdicción de Lejones y Neguri, y desde el primer momento atrajo la atención de las personas más florecientes de la sociedad vasca. Aquel primer campo tenía unas dimensiones reducidas, sólo 11 hoyos, y resultaba imposible, por su disposición, su ampliación, por lo que acabó trasladándose pronto a un nuevo emplazamiento, a 16 kilómetros de Bilbao, en un maravilloso acantilado sobre el mar Cantábrico desde el que se gozan de espectaculares vistas.
Neguri competía en importancia en aquel entonces con el citado Club de Golf de San Sebastián, situado en el valle de Lasarte. Curiosamente, su destino, al igual que en el caso de Neguri, se encontraba apartado de aquellas tierras, en este caso empujado por la creciente presión de la industria vasca, que acabó rodeando por completo aquellos terrenos, por lo que se trasladó al monte de Jaizkibel, un hermosísimo lugar como hoy en día se puede comprobar junto a la carretera que une San Sebastián con Hondarribia, aprovechando esta circunstancia para ampliar el primitivo recorrido de 9 hoyos por el actual de 18.
El Real Golf de Zarauz, inaugurado en 1916, completaba la oferta golfística en el País Vasco antes de culminarse la década de los años 10. Próximo al mar, colmaba las ansias golfísticas de los aficionados en este importante centro vacacional, un objetivo que sigue cumpliendo fielmente a día de hoy.
Cataluña tampoco permaneció ajena a este espíritu contagioso del golf. En 1912 se inauguraron 9 hoyos en un valle muy pintoresco próximo al Palacio Real, a apenas 6 kilómetros de distancia del centro de Barcelona. Al igual que en los casos anteriores, el ‘Mare Club de Golf de Pedralbes’, que así se denominaban aquellas instalaciones, acabó acogotado ante la imparable expansión de la capital catalana, por lo que hubo de clausurarse con objeto de utilizar sus terrenos en otros menesteres. A cambio, nació, en los terrenos que hoy en día ocupa el aeropuerto, el Real Club de Golf El Prat, uno de los más pujantes de la historia de España y Europa. De sus andanzas, y de la contagiosa expansión del espíritu verde por otras zonas de Cataluña, Cantabria y Andalucía, daremos buena cuenta en el siguiente número.