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Martes, 14 de Junio, 2005
Psicología y Golf
Psicología (junio 2005): Déficits de motivación
Como hemos podido observar en anteriores artículos, el afrontamiento eficaz de las exigencias y las circunstancias del entrenamiento y la competición requiere una motivación apropiada que casi siempre debe ser elevada. En muchos casos, los jugadores disponen de esa motivación, pero en otras ocasiones no están lo suficientemente motivados, lo que nos obliga a detectar, estudiar y solucionar esta situación deficitaria en beneficio del rendimiento del propio jugador.

Los déficits de motivación pueden ser la consecuencia de diversas causas, las cuáles debemos conocer para poder diseñar una intervención eficaz. Básicamente, deben tenerse en cuenta cinco posibles causas.

1. La falta de interés por la actividad: esta falta de interés puede ser más global o más específica. Un jugador, por ejemplo, puede no estar lo suficientemente motivado por el golf (entrenar todos los días, realizar la preparación física adecuada para aumentar la fuerza y la resistencia en el campo, etc.) como para renunciar a otras cosas, mientras que otro jugador puede estar muy motivado a nivel global pero no tener interés por una competición concreta o por un determinado objetivo de aprendizaje o perfeccionamiento técnico, en cuyo caso el problema de falta de interés sería un déficit específico. Aún siendo considerable el grado de motivación de los jugadores, se podría hablar de déficit de interés, siempre que éste no alcance el nivel requerido para realizar el esfuerzo físico y mental que conduce al máximo rendimiento.

2. La falta de autoconfianza en los propios recursos propicia un déficit de motivación diferente al anterior. En este caso, el jugador sí tiene interés por la actividad, pero no confía en sus posibilidades para afrontar lo que se le exige con éxito, lo que repercute perjudicialmente en su motivación. En casos como éste, las estrategias de intervención no pueden dirigirse a incrementar el interés del jugador por la actividad, sino a fortalecer su autoconfianza. Sin embargo, si se comete el error (bastante frecuente) de intentar motivar al jugador como si el problema crucial fuera la falta de interés, es muy probable que cada vez se deteriore más su autoconfianza, y como consecuencia de ello su motivación. La falta de autoconfianza puede provocar estados prolongados de desánimo que acentuarán todavía más la falta de motivación.

3. Otras veces el desánimo estará propiciado por malos resultados deportivos o estados de insatisfacción. En estos casos, la falta de motivación será una consecuencia del impacto emocional de experiencias adversas, pero no necesariamente de una falta de interés por la actividad o de un déficit de autoconfianza, aunque en ocasiones también éstos puedan estar presentes.

4. El agotamiento psicológico puede aparecer como consecuencia de la alta exigencia a la que permanentemente está sometido el organismo de los jugadores. En general, puede haber distintos niveles de agotamiento. Cuando sea muy acusado, los déficits motivacionales serán considerables y duraderos; cuando sea más leve, la motivación disminuirá en menor medida, manteniéndose más elevada en los momentos cruciales en los que aparentemente sea más necesaria en detrimento de otros momentos en los que, aún siendo también importante, no sea tan prioritaria. En estos casos, el organismo no puede seguir trabajando al nivel de sobreesfuerzo que lo venía haciendo, y “se protege” (entre otros mecanismos) con una aparente falta de motivación, que será el reflejo de una falta de energía para hacer frente a las demandas del entrenamiento y la competición.

5. La presencia de alteraciones psicopatológicas, relacionadas o no con la actividad deportiva, puede provocar, como uno de sus síntomas, una pérdida de motivación. En casos como este, el problema se sitúa más allá de los límites de la preparación deportiva y psicológica, debiendo ponerse en manos de un psicólogo clínico que atienda al jugador/a con el cuidado y la especificidad que requieren estas alteraciones.

Encarna María Lozano Casero
Psicóloga Especialista en Actividad Física y Deporte

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