Para algunos aficionados, Santi Luna siempre será el golfista español que tumbó en una tarde de 1998 al gran Tiger Woods, ese espectáculo emergente que intimidaba a cualquier rival en un campo de golf. Pero Santi Luna es mucho más que eso.
Es un jugador con casi seis centenares de presencias en el European Tour. Es exponente de una de las sagas más prolíficas del golf español. Es un golfista con victorias en los tres grandes circuitos europeos (una en el Challenge y en el European Tour y cuatro en el Senior Tour). Es un modelo a seguir para los chicos que comienzan su andadura profesional por su regularidad y profesionalidad. Es, en definitiva, historia viva del golf español.
En los últimos años sigue jugando, y con éxito, en el Staysure Tour, el circuito senior en el que coincide con grandes jugadores de su quinta y que comparte con la mejor caddie que podría tener, su mujer Mamen.
Se empeña en dejar claro que el golf que se juega ahora no es el que más le motiva, pero no se fíen, sus resultados afirman que continúa siendo un golfista de plena vigencia.
Con tu victoria en el Farmfoods European Senior Masters sellaste tu cuarto éxito en el Circuito Senior. ¿Se disfruta más de un triunfo ahora?
Se disfruta igual, sinceramente. Las victorias son todas victorias. Sí te da la sensación de que ganar siendo senior es más complicado, pero lo cierto es que repasando mi trayectoria ves que casi todas mis victorias han llegado en el Senior Tour. Solo gané una vez en el Circuito Europeo, aunque ganar es siempre ganar, y es algo maravilloso. Sentir un triunfo es algo único. Llegar al final, levantar los brazos, dar las gracias a todo el mundo y levantar el trofeo, es gloria pura.
¿Estás disfrutando más esta etapa?
Sí, puede ser, es otro periodo de mi vida. Cuando juegas el European Tour es cuando empiezas a formar una familia. He tenido la suerte de tener a mi lado una mujer que ha sabido entender este juego y se ha preocupado por los niños, los ha educado, los ha puesto en el camino perfecto para que se defiendan en la vida. Y ahora, como ella viene conmigo y me hace de caddie, es una sensación diferente, mucho más agradable, mis hijos ya están criados… Ahora estoy viviendo un poco el reconocimiento a todos los esfuerzos de estos años. Disfruto mucho, y ganando, mucho más.
¿El Champions Tour te ha tentado?
Lo intenté dos años, pero siendo honesto creo que no tengo nivel para ese circuito. Primero hay que decir que es muy duro: la final la juegan ochenta de los mejores jugadores del mundo, algunos de ellos ganadores de ‘majors’, y solo cinco de ellos cogen tarjeta. Todo el mundo quiere jugar allí. Y por otro lado tengo un problema con los campos en Estados Unidos: la hierba no es la misma que aquí y me cuesta defenderme en los greenes. Por eso creo que lo más honesto es sentirme honrado de haber disfrutado dos veces jugando allí y aprovechar para hacerlo bien en mi circuito, que está en Europa.
¿El fuego de la competición se va en algún momento?
No, yo soy jugador, me siento competitivo, y a lo que juegue voy a competir. Me gusta jugar, competir, enfrentarme... eso va contigo siempre, lo que pasa es que hay que ser honesto y ver que si tu nivel no llega, tienes que echarte a la derecha y dejar pasar a los que van más rápido que tú. Es así.
Llevas casi 600 torneos oficiales. ¿Te sigue motivando el golf tanto como el primer día?
Estoy cerca de los 600 del Circuito Europeo, no voy a poder llegar, es una lástima, pero para mí, moralmente, es como si hubiese llegado. Este es un juego muy bonito, escalar posiciones, vencer momentos duros, sentirte arriba cuando has conseguido una victoria... son sensaciones tan increíbles que creo que mientras pueda estaré compitiendo.
¿En qué ha mejorado tu juego a lo largo de estos años?
Me he puesto más al día con lo que marca la tendencia del golf, el trabajar más con el cuerpo porque yo siempre he sido de jugar con las manos. No cabe duda de que a medida de que te haces mayor vas siendo más torpe. Sigo trabajando el físico con Marco Fernández, pero no estoy igual que antes, te amoldas a tu edad y a lo que hay.
¿Uno asume mejor los fallos en el campo?
No, porque paciencia en el campo he tenido siempre. He esperado mis oportunidades, aunque a veces he perdido el caballo, como todo el mundo. Pero mi caballo suele estar siempre controlado. Creo que para que el golf vaya bien tienes que tener todas las facetas en su sitio, y ésta, la mental, es una más. Por suerte, y porque el psicólogo Óscar del Río me ha ayudado bastante, creo que en eso voy bien.
Se ve en las vueltas pre torneo que tienes mucha cercanía con profesionales más jóvenes, ¿te consultan, te preguntan?
Me ven más como una persona a la que tienen cariño. Tengo amistad con muchos de ellos, y les daría consejos, pero es que es otro mundo. Yo vengo de una generación que no tenía mucha idea de lo que había fuera, pero los chicos de ahora ya están mucho más avanzados, tienen muchos medios para alcanzar el conocimiento. En cualquier caso, y aunque no me pidan consejo, la relación es de cariño,
Te hiciste profesional en 1982. ¿Ha cambiado mucho el golf desde ese momento?
No tiene nada que ver. El conocimiento que hay ahora es muchísimo mayor. Yo empecé a hacer gimnasia con Manolo Piñero, que era el único que lo hacía en el Tour porque lo necesitaba. Entonces hacíamos lo que él decía: que tocaba correr, pues corríamos; que tocaban abdominales, pues abdominales... era nuestro coach.
Ahora es todo potencia, antes era más manitas, ‘feeling’. Había jugadores de 120 kilos, terminábamos de jugar y nos íbamos a tomar cervezas. Puro ‘feeling’, que es lo que vivo ahora con los seniors, swings muy cortitos, muy parados de cuerpo, pero con unas manos geniales. Se movía muy bien la bola, pero ahora solo ves palo va y palo viene. Ballesteros debajo de un árbol hacía maravillas, pero ahora... No obstante, admito que ves un nivel de juego increíble.
Para el recuerdo queda tu victoria ante Tiger en la Dunhill Cup de 1998, ¿con qué jugador te quedas de todos los que has visto?
He tenido la suerte de coincidir con Seve (Ballesteros), que cuando tenía que pegarle fuerte lo hacía, pero era un tío fundamentalmente de habilidad. Y también he jugado con Tiger, que era de una potencia tremenda. Jugué en el 98 en la Dunhill Cup y le gané en unas condiciones de frío terribles. A la vuelta en España me preguntaron si me había impresionado, y dije que no.
Pero al año siguiente jugamos en Malasia en la Copa del Mundo, donde quedamos segundos, y amigo, este hombre nos sacó catorce golpes, llegaba a los pares 4 de uno. Así que conocí un Tiger en unas condiciones terribles en las que no le volaba la bola a nadie, y cuando la bola ya volaba, conocí al otro Tiger, que era una bestia. Iba muy sobrado. Jugar con Seve y Tiger es de las mejores cosas que me han pasado en mi carrera.
La familia Luna sois golf por los cuatro costados. Para quien no os conozca, ¿qué es el golf para vosotros?
Es un estilo de vida, es un trabajo muy bonito con el que nos identificamos, es una actividad que te preparar para lo mejor y lo peor. Siempre te ofrece un reto y eso te motiva constantemente. Es duro en determinados momentos, pero es justo. Te pone en tu sitio. Si lo trabajas y lo tratas bien y con respeto, el golf te devuelve todo. Al menos eso ocurría en mi época.
¿A un hijo le recomendarías que fuese golfista profesional?
Primero le recomendaría que se forme y estudie. Lo que me da miedo en la actualidad es que hay padres que no se dan cuenta que llegar arriba es muy difícil, y hacen apuestas arriesgadas. Lo primero es acabar los estudios para que el día de mañana puedas tener otra salida.
El año 2019 no fue el mejor en el Senior Tour, ¿hasta cuándo tendremos Santi Luna en competición?
No lo sé. El golf decide. Yo estoy en manos de mi deporte, yo aporto lo mío, soy serio, trabajo... pero el golf será el que me ponga en mi sitio.