Corría el año 2008, concretamente el mes de octubre, cuando Madrid daba a luz a un nuevo torneo del European Tour, el Madrid Masters, y lo hacía en una sede idónea para el golf de alta competición como es el Club de Campo Villa de Madrid.
Con Gonzalo Fernández-Castaño como anfitrión y organizador, el Open de Madrid tomaba un nuevo rumbo, una nueva dimensión, pues el jugador madrileño ya era por aquel entonces un jugador consagrado en el Circuito Europeo, pues había ganado ya cuatro torneos, el último apenas dos semanas antes de este Madrid Masters.
El Club de Campo Villa de Madrid volvía al calendario del European Tour tras un parón de tres años, el torneo contaba con la presencia de la Armada Española prácticamente al completo y algunos jugadores de talla mundial como el alemán Martin Kaymer, el argentino Ángel Cabrera, o el que terminaría llevándose el triunfo, el sudafricano Charl Schwartzel, que unos años más tarde terminaría llevándose el Masters de Augusta.
La relación de amor entre Schwartzel y la ciudad de Madrid había comenzado el año anterior, cuando se impuso en el Open de España 2007, que se celebró en el Centro Nacional de Golf, por un golpe de ventaja sobre el indio Jyoti Randhawa.
El mes de octubre, Madrid y Club de Campo mantienen un idilio ya de varias ediciones y, como todos sabemos, la cambiante climatología de los meses de otoño suele tener mucho poder de decisión en lo que suceda durante estos torneos. Precisamente, en el Madrid Masters 2008, la última jornada se vio muy afectada por la lluvia, pero no por la que cayó durante el juego, sino por la espectacular tromba de agua que recibió el campo durante la madrugada del sábado al domingo.
Esta situación hizo que Schwartzel, líder tras unos fantásticos primeros tres días, no tuviera que sufrir demasiado para llevarse el título, pues el campo estaba muy asequible y los greenes receptivos, dos elementos que, para un tiralíneas como es el jugador sudafricano, fueron claves en el domingo. Como dato, indicar que durante los cuatro días, el jugador nacido en Johannesburgo alcanzó más del 80% de los greenes, algo nada sencillo de hacer en este gran diseño de Javier Arana.
Aquel 12 de octubre, España celebraba su día nacional, por lo que la situación ideal para todo el público que se dio cita en el Club de Campo era la victoria de Pablo Larrazábal, que partía a tres golpes de Schwartzel. Pese a que el barcelonés lo intentó, alentado por las miles de personas que abarrotaban el partido estelar, no fue suficiente para recuperar un título casi maldito para el golf español, pues el último en ganarlo había sido Severiano Ballesteros en 1995.
Victoria al más puro estilo Schwartzel, y es que, pese a tener 24 años por aquel entonces, el sudafricano ya daba muestras de ser un jugador muy fiable de tee a green, una verdadera maza para sus rivales. Tras la primera ronda, ocupaba el noveno puesto, pero un gran segundo día de 64 golpes le aupó hasta un liderato que ya no soltó en toda la semana. Apenas dio signos de flaqueza, llegando a desesperar a todo aquel que osara a atacarle con birdies, como el argentino Ricardo González que terminó segundo a tres golpes, y de esa forma logró la que era su tercera victoria en el principal circuito continental.
FUENTE: Organización del Mutuactivos Open de España